¿Estamos atentos a lo que nos quieren comunicar, creando espacios y momentos para la comunicación?
Para estar atentos a lo que nos quieren comunicar primero debemos de saber que el lenguaje verbal es el último arte de comunicación que el niño empleará para comunicarse con nosotros. Es preocupante aún como los educadores caen en la clásica formula de,… “pero habla!, si quieres decirme algo tienes que hablar”, no sólo en infantiles, sino también parece una exigencia lógica en adolescentes y jóvenes, y el profesor ni siquiera se plantea que pueden existir muchas otras maneras de transmitir la idea, de entablar una comunicación. Entre otras razones esto ocurre porque el profesor tiene la máxima de que ha de preparar a los alumnos para el futuro profesional, y lo profesional y la habilidad de comunicación lingüística parecen estar en proporción directa, cuando no es ni debe ser así. Hoy por hoy, la comunicación visual es mucho más preciada en el ámbito profesional, sin embargo en las aulas continuamos exigiendo explicaciones “con palabras”, o la popular presentación en PowerPoint que básicamente somete la libertad de la imagen a un esquema lingüístico donde las palabras se convierten en valores económicos.
La exigencia de verbalización en las edades infantiles es similar, ya no por un carácter de profesionalidad, sino de sociabilidad, al parecer todo individuo que no sepa comunicarse verbalmente será un discapacitado social, incluso un antisocial, incluso algunos “educadores” se atreven a hacer diagnósticos psiquiátricos del tipo “debe tener algún problema mental”. Bien, no se cual es vuestra relación con lo antisocial, como artista estoy bastante acostumbrado a tener relaciones y comunicarme con personas antisociales y puedo constatar que son las personas más brillantes que conozco y las más inspiradoras. Por otro lado las personas “con talento social” me resultan aburridas, y siempre tengo la sensación de que me quieren vender algo.
Si el estudiante de Educación Infantil está obligado a explicarlo todo con palabras cómo después va a ser capaz de estar atento a cualquier comunicación que no sea a través del lenguaje?. Una vez que hemos abierto nuestro pensamiento al resto de los sentidos, comenzamos a observar como nos observan, comenzamos a sentir el espacio que ocupa nuestro cuerpo de adulto y el espacio que ocupa el cuerpo de un niño. Comenzamos también a darnos cuenta de lo torpe que resulta nuestro cuerpo y nuestra voz cuando los niños están comunicando entre ellos, y como en ocasiones lo mejor es abandonar el aula para dejarles que disfruten de una comunicación no observada, no vigilada. Comenzamos a experimentar que la comunicación es una cuestión de encuentro en el tiempo y el espacio. Luego, quizás tengamos algo que decir.