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Reflexión del equipo del Zofio sobre "La comunicación"


1. - Para que nuestra comunicación sea igualitaria, empática y respetuosa, ¿comunicamos con todos los sentidos?

Después de nuestra reflexión hemos sido capaces de reconocer que a veces existe contradicción entre lo que comunicamos con la palabra y lo que hacemos con nuestra expresión corporal. La mayor parte de las veces, no existe una intencionalidad y no somos conscientes de lo que trasmite nuestro cuerpo. Empezamos a tomar conciencia de ello, cuando alguien desde fuera nos lo hace ver(otro adulto o el propio niño) es en ese justo momento cuando debemos de llevar a cabo las modificaciones necesarias, que nos permita comunicarnos con el niño desde una posición igualitaria, empática y respetuosa.

Para que esta se dé, debemos ponernos a la altura física del niño y hablarles mirándole a los ojos, creemos que esto es fundamental. Es cierto, que la urgencia y rapidez en la respuesta que el niño nos demanda a lo largo del día, hace que en ocasiones obviemos algo que es tan importante, somos conscientes que desde nuestra altura de adulto, pueden sentirse intimidados, por lo tanto en los momentos que no podamos bajar a su altura debemos utilizar nuestro tono, nuestra mirada y nuestra postura corporal para que ellos puedan sentirnos cercanos. Recordar siempre que la expresión de la cara, el tono, los gestos tienen que ser coherentes con el discurso.

Debemos tomar conciencia de que no con todos los niños establecemos esa comunicación igualitaria y preguntarnos como profesionales porque no fluye y esforzarnos para que está sea adecuada. Trabajar nuestra empatia hacia todos los niños

Es imprescindible para que se de la comunicación igualitaria, que tomemos conciencia de que “los niños” son personas con capacidades, por lo tanto, dignos de ser respetados. La educadora también debe de aprender a pedir perdón a los niños y a darles las gracias.

Es bueno que nos preguntemos: ¿Cómo me comporto con un niño podría hacerlo con un adulto?

Si la respuesta es no, evidentemente algo está fallando porque tanto unos como otros son merecedores de respeto.



2. - ¿Estamos atentos a lo que nos quieren comunicar, creando espacios y momentos para la comunicación?

Para que pueda darse una comunicación igualitaria y empática debemos respetar el ritmo de cada niño en todos los momentos del día, las rutinas en la escuela son importantes y hay que dar les el tiempo que necesita cada niño.

Observar y escuchar lo que el niño nos dice, lo que nos dice el grupo y modificar el espacio, la actividad en función de lo que se observa.

La empatía con los niños parte del conocimiento que se tenga de ellos, de la observación que se hace diariamente. En las edades con las que trabajamos debemos ser consciente que ellos no pueden sentir empatía (es decir, ponerse en el lugar del otro, ni interesarse por el, comienzan hacerlo alrededor de los 5 años pero no implica que se trabajen a diario).

Siempre debemos poner la mirada en los niños desde el punto de vista profesional y desde el humano, imprescindible para el desarrollo de la inteligencia emocional. Debemos ser consciente, que nuestra mirada hacia los niños puede condicionarles, por lo tanto deberemos ser lo más objetivos posibles y compartir con nuestras compañeras nuestras observaciones para contrarrestar distintos puntos de vista.

Desde esta observación el papel de la educadora es el de ser guía, acompañar, planificar propuestas de actividad, observar, respetar los ritmos de los niños y sus intereses, provocar el conflicto cognitive,considerar el error como aprendizaje, trabajar para canalizar la frustración desde la cercanía afectiva y el acompañamiento que debe darse en todo proceso de aprendizaje.

Ante las demandas de los niños, debemos parar, ver que está pasando y adoptar las modificaciones necesarias.

Consideramos fundamental que no debemos olvidar a la hora de observar, el hacer una reflexión sobre cómo somos nosotras y como hacemos las cosas, porque si no la balanza queda descompensada ya que en las relaciones que se establecen en las aulas (niño-niño, niño-adulto, adulto-adulto) se producen distintas interacciones que condicionan los procesos de aprendizaje.


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